4 de enero de 2010

Alta Traición

Llevo rato pensando: no me gusta mi país. Llevo un rato con el poema "Alta Traición", de José Emilio Pacheco, revolotéandome como una mosca tenaz en la cabeza. "No amo mi Patria", afirma el poeta. "Su fulgor abstracto es inasible". Cada vez lo es más. La Patria de nuestros abuelos y padres es distinta a la nuestra. Era mejor. Desafortunadamente a mi ya no me tocó. Dicen mis tíos ya más grandes que se extraña. Se encuentra en esa zona del recuerdo done habitan los paraísos perdidos.
Para empezar, estaba menos contaminada y menos saqueada. Menos derrotada por el ejercicio del poder y el cuento de la modernidad. Había una idea más clara de la nación. el "México, creo en ti", del vate López Méndez, si de por sí ya era cursi y viejo, ahora suena anacrónico y falso, irreal. ¿Quién en su sano juicio se atrevería hoy a mencionarlo como emblema de mexicanismo, de valentía, tequila y mariachi? ¡bah! el zacatecano pedía: "sé siempre igual, fiel a tu espejo diario". Igual y fiel, pero ése es el problema, que México ha ido cambiando, transformándose, para empeorar. Es un México desigual e infiel. Decepcionante, humillante, pobre.
No soy una malinchista vulgar o una chauvinista de las Lomas. Ni siquiera una prófuga del axioma todo tiempo pasado fue mejor. Sucede que de cierta forma me indigna este país. El México adueñado por el narco y sus compinches gubernamentales. El México de los levantones, de los decapitados, de todo mundo implicado en el negocio de la droga. El México de la inseguridad, el de la violencia imbécil, de la corrupción; de la extorsión a comercios y profesionistas. El del secuestro, del desempleo, de la ignorancia. El de falta de cultura y educación, el de la extrema pobreza. ¡60 millones de pobres y tan campantes!
Gobiernos van y vienen, no importa si son del centro, como el PRI, persignados de derecha como el PAN o de izquierda ramplona y siempre dividida como el PRD, todo es lo mismo y nada cambia. Los resultados de las pasadas elecciones muestran, más que una preferencia política, un hartazgo, el nuestro. El del ciudadano común y corriente que está a disgusto con el desasosiego que le causa pertenecer a este país tan en guerra, tan en crisis, tan desigual, tan falto de empleos dignos, tan abandonado.
Daría la vida, es cierto -"aunque suene mal", como en el poema de Pacheco-, por algunas personas valiosas, geografías inolvidables, pasajes históricos que me reconcilian con mi noción de país, pero eso no me basta para quitarme el malestar. Esta sensación de que nos está llevando el carajo.
Anoche veía la televisión (aunque parezca increíble) y mencionaban que Mario Vargas (algo, no recuerdo su segundo apellido) en una línea célebre de Conversación en la Catedral, se preguntaba: "¿En qué momento se jodió el Perú?" Yo misma me he formulado en múltiples ocasiones la misma interrogante con respecto a México. Lo he meditado y la única respuesta que se me ocurre es que no hay momento preciso, sino una sucesión de momentos. México se jode día a día. Hoy mismo, y no hay remedio.

2 comentarios:

Sergy dijo...

Mario Vargas Llosa en Conversación en la Catedral del año 1969

Ángel Rodríguez dijo...

àjale mujer me encanto como cerraste el texto.... kudos mil